El respeto que infundía, tan sólo era superado por el que imponía su hombre de confianza: el sargento mayor, Malik-el-Haideri.
Tomó en su mano uno de sierra para cortar el pan y, tras pasar por la hoja la punta de los dedos, volvió a dejarlo donde estaba. Le imponía demasiado respeto.